No había nadie en recepción nunca, por lo que la comunicación era complicada. Al principio nos asignaron una habitación, después otra y al final una tercera, todo por comunicación via whatsup. En la habitación definitiva no funcionaba una luz de una lamparita de la mesita de noche, y el enchufe del labavo no funcionaba, con lo cual no se podía usar ni el secador de pelo ni la máquina de afeitar eléctrica.